01 noviembre 2008

Por fin se terminó Octubre.
Cuando alguien me pregunta por qué detesto el mes, la verdad es que no puedo ofrecer una razón objetiva, clara o concreta, es algo meramente intangible. No, no me violaron un octubre, ni perdí a alguien sumamente indispensable en mi vida durante ese mes. Tampoco me trae recuerdos nostálgicos de mi infancia ni los hombres lobo me acosan. Simplemente me fastidian sus noches, sus mañanas, y sus tardes inagotables. Ni sus lunas brutalmente colosales, ni el viento que cala terriblemente en los huesos, ni su cambio de horario consiguen seducirme para que yo, lo deteste menos. Es agobiante despertarse cada uno de sus treinta y un días con una sensación inexplicable de enfado. Por más que cada año me prometo que no será así; que ignoraré la sensación y eventualmente terminará por pasar, sencillamente no lo consigo. Un buen (o mal) día de éstos (y no de los otros) conseguiré que destierren a octubre del calendario. Sí, tal como le ocurrió a plutón con el sistema solar. Y los individuos que nacieron hace muchos o pocos años en el transcurrir de semejante aberración, incapaz de llamarse mes; tendrán la oportunidad de trasladar su fecha de nacimiento a otra, cuyo mes conste de un carisma indiscutible. Como noviembre, por ejemplo.




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Danny Elfman ~ Ice dance.

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